Cuando pasó nuestra estancia en San Ignacio, lo mejor estaba aún por llegar. Nos condujeron a un aeródromo a las afueras de la ciudad, construido en mitad de una de las pocas zonas planas de la selva. El típico pequeño aeródromo que se pueden ver en películas de narcos o Vietnam.
Cogimos una pequeña avioneta que tras sobrevolar el país entero en poco más de una hora nos dejó en el Aeropuerto de Belize City. Cambiamos de avioneta a una similar y en media hora, tomaba tierra en la pequeña isla de Ambergris Caye.
¿Qué es Cayo Ambergris os preguntareis? Yo lo definiría como un pequeño trozo de paraíso tropical. Uno de los lugares más apasionantes y exóticos que he visto.
Si buscamos una descripción objetiva, diría que es una pequeña isla tropical situada en el mar Caribe a pocos kilómetros de Belize, perteneciente a dicho país. Su capital es San Pedro, no tiene mucha población y esta vive principalmente de la pesca y del turismo de lujo por parte de los Americanos ricos que pasan sus vacaciones en los resorts a lo largo de la isla.
Aquello que veía de camino al resort en ese taxi, no se parecía a nada que hubiese visto antes. Nada que tuviese relación con los países que ya conocía. Me sentía muy afortunado de estar ahí.
Nuestro resort se situaba a unos dos kilómetros de San Pedro, al pie de la costa.
Un medio círculo de apartamentos mirando al mar Caribe y can un bar-piscina en el centro del medio círculo en donde la mayoría de los huéspedes se agrupaban para relajarse, enborracharse, relacionarse con otros huéspedes y disfrutar de sus días de vacaciones tan preciados antes de volver a la rutina.
Estar en ese resort me daba la impresión de seguir en los estados unidos pues no veías más que ha Americanos blancos, rojos por el sol y los trabajadores locales del resort.
Relajarse estaba bien, ese resort era un lujo inimaginable y era genial para desestresarse, pero no quería pasarme todos los días ahí y tirar por suelo la oportunidad de explorar y disfrutar de las oportunidades que me daba Ambergris Caye.
Desconecté. Me dediqué ha explorar y ha hacer todo lo posible para disfrutar de esos días. Apagué mi móvil salí del resort y busqué alguna actividad para divertirme.
Mi familia conocía a mucha gente en la isla pues venían muy a menudo, y eso era una gran ventaja para integrarme con los isleños.
Fuí ha pescar en el caribe, buceé, fuí a fiestas, paseé por las calles de San Pedro, por la playa, navegamos en barco a lo largo de la isla hasta México...
Fué una semana incríble y nunca la olvidaré.
Soy una persona inquieta y aventurera, y necesito moverme, explorar, integrarme en otra sociedad, conocer gente, explorar, vivir...
Fue triste cuando todo acabó y estaba de vuelta aterrizando en ese aeropuerto en Houston y más tarde en Kansas City. Otra vez con nieve en las calles y un duro frío invernal que me trasladó de vuelta a el mundo real... pero estaba contento y agradecido de haber podido vivir esa experiencia.
Contento e impaciente por volver a salir, alejarme de todo y seguir viajando y explorando este mundo que tantas oportunidades nos da para vivir y ser felices.
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